sábado, 1 de mayo de 2010

HOMENAJE A PETER TOWNSEND EN EL COLEGIO DE MÉXICO / II

Economía Moral
Circula ya volumen que recoge una parte de su producción intelectual
Julio Boltvinik / La Jornada
Aunque no lo pude presentar con el detalle merecido en el homenaje a Townsend realizado en El Colegio de México la semana pasada, el Peter Townsend Reader (Policy Press, Bristol, Gran Bretaña, 2010, 678 pp.) es una colección de extractos seleccionados de su gigantesca y valiosísima obra escrita. Como mostré en la gráfica de la entrega anterior (23/4/10), la obra de Townsend, sin contar los escritos clasificados como “menores” en el folleto que contiene su lista completa de publicaciones, asciende a 461 escritos (libros, capítulos de libros y artículos), lo que arroja un promedio anual de 7.9 publicaciones sostenidas durante 59 años1. De esta manera, los editores del Townsend Reader (Reader en adelante), que publica extractos de 58 escritos escogidos en un único volumen, tenían el reto enorme de elegir de una biblioteca completa material para un volumen único. Esta desproporción explica la decisión de no incluir textos completos, sino extractos. Otro enorme problema deriva de la diversidad temática de su obra, pues no hay ya en el mundo enciclopedistas (como él lo fue en el campo de lo social) que conocieran a fondo toda su obra, por lo cual se decidió que fuese no uno, sino siete los editores. El Reader se empezó a planear en 2008, con motivo del cumpleaños 80 de Townsend, estando él vivo y contando con su participación activa. Alan Walker, autor de la (muy breve) introducción general al volumen y editor de dos de las ocho secciones en que se dividió el Reader, dice:
Peter Townsend fue uno de los más grandes científicos sociales del mundo. Su carrera se extendió por siete décadas, en las cuales no sólo fue muy prolífico, sino que escribió en diferentes estilos para una amplia variedad de públicos: desde revistas científicas y libros hasta periódicos y escritos de campaña. Sin importar a qué público se dirigiese, escribió siempre con belleza, con claridad de cristal y sin asomo de vanidad. Este volumen reúne, por primera vez, una selección de sus escritos de todo el amplio espectro de su destacada carrera.
Los extractos de los 58 escritos incluidos se clasifican en ocho secciones: sociología y política social; del estado de bienestar al bienestar internacional; pobreza; desigualdad y exclusión social; políticas y desigualdad en salud; adultos mayores; discapacitados; y justicia social y derechos humanos. La lectura de las breves y excelentes introducciones escritas por los editores de cada sección, que seleccionaron los textos y los extractos de cada uno de ellos, proporcionan una excelente idea de las posturas y contribuciones de Townsend en cada uno de estos campos temáticos. Proveer un panorama general de toda esta amplia obra en Economía Moral requeriría muchas entregas. Me limitaré a transmitir algo de la muy profunda impresión que me ha causado leer uno de sus primeros escritos.
La sección sobre pobreza comienza con el artículo “Pobreza: 10 años después de Beveridge”, escrito por Townsend en 1952, a los 24 años de edad. El informe Seguridad social y servicios asociados, conocido como el Informe Beveridge por el apellido de su autor, publicado en 1942 por el Parlamento Británico, se proponía reforzar el desarrollo de la seguridad social y fijar los montos de sus pagos basándose en estándares de subsistencia. El muy joven Townsend no sólo muestra en este artículo aplomo y gran capacidad crítica, sino además un amplio conocimiento de escritos clásicos en campos disciplinarios distintos a los de antropología y sociología en que se formó. Así, cita la Riqueza de las naciones de Adam Smith (1776) para argumentar, desde sus 24 años, en contra de la idea de que es posible encontrar un estándar absoluto de subsistencia:
“Por bienes necesarios entiendo no sólo los que son indispensables para el sustento de la vida, sino todos aquellos cuya carencia es, según las costumbres del país, algo indecoroso para las personas de buena reputación, aun entre las clases más bajas.”
El joven investigador creía que el punto de partida para encontrar un estándar de subsistencia adecuado es “averiguar qué ha sido considerado como un estándar mínimo de consumo en alimentación, vestido y vivienda, y cómo los pobres realmente asignan sus ingresos en estos rubros”. Cita a Adam Smith intuitivamente, pero aún no ha desarrollado su concepto de estilos de vida socialmente acostumbrados como base de su concepto de pobreza y, por ello, a todo lo largo de este escrito insiste en que hay que observar cómo gastan sus ingresos los hogares de más bajos ingresos para poder definir los estándares de subsistencia. Aún no se percataba de que los patrones de gasto que determinan los estilos de vida acostumbrados son los de hogares no pobres (y no los de los pobres).
El escrito es el de un joven que piensa en múltiples direcciones, con enorme creatividad pero con ambigüedad. Por ello en la parte final del escrito se percata que el debe no puede derivarse del es, incluso si uno se mantiene en el concepto de subsistencia (en vez del de estilo de vida): “Saber lo que la gente realmente gasta no explica lo que debería gastar”, dice.
Rompe sus dudas para proponer añadir algunos bienes y servicios que Beveridge no incluyó en el estándar de subsistencia:
“Hay un fuerte argumento para añadir algunos rubros como timbres postales, corte de cabello, lavandería, anticonceptivos, toallas sanitarias, algunas suscripciones, jabón y otros materiales de limpieza a la lista usualmente ya incluida en el estándar (vestido, combustible y gastos diversos del hogar), sobre la base de que ocupan un lugar consistente en el presupuesto familiar (de los hogares de bajos ingresos) y de que, de acuerdo con estándares convencionales, también pueden concebirse como necesarios.”
Y esta importante afirmación la complementa con la siguiente frase, que prefigura el enfoque de satisfactores necesarios socialmente percibidos actualmente dominante en la medición de la pobreza en Gran Bretaña: “En última instancia las decisiones deben basarse en puntos de vista contemporáneos acerca de las condiciones mínimas de vida que resultan tolerables en la comunidad”, es decir, de una valoración socialmente prevaleciente. En la cita en letra pequeña vemos que las dos condiciones mencionadas (presencia en el presupuesto de los hogares pobres y ser elementos convencionalmente necesarios) ocupan el mismo lugar, cuando sólo la segunda es una condición necesaria, puesto que algunos rubros considerados convencionalmente necesarios tendrían que estar ausentes en los hogares de bajos ingresos, pues de otra manera ninguno de ellos sería pobre. Entre este primer escrito y su obra magna (1979), Townsend avanzaría muchísimo, pero ya estaban aquí, en germen, las ideas que habría de desarrollar a lo largo de casi 60 años de su comprometida y enormemente creativa vida.
1 El folleto (67 pp) se titula Peter Townsend, Complete List of Publications, 1948-2008) clasifica la obra en “menores”, y al resto les llama “papers” y los clasifica, según su importancia, de cero a tres asteriscos. Aunque no es una bibliografía comentada, en algunas referencias se añade una nota (a veces larga). En www.bris.ac.uk/poverty/Background_files/townsend%20publications%2048-08.pdf se puede bajar en pdf.

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