viernes, 18 de marzo de 2011

JAPÓN, EL EFECTO SAKE

El noreste de Japón quedó devastado tras uno de los peores sismos en la historia. El tsunami que le siguió arrastró buena parte de caminos y puertos en la región, mientras que las pérdidas humanas ascienden ya a más de una decena de miles de muertos. Y la noticia no es para menos si se toma en cuenta que, además, esto ha dejado consigo una alerta nuclear que día a día se intensifica y que podría ser una de las peores secuelas para el país ante los altos niveles de radiación que se registran tras la explosión de tres reactores y el incendio de un cuarto reactor, que hasta el miércoles 16 de marzo era una de las principales fuentes de radiactividad en Fukushima.
El comercio y la producción en Japón han permanecido paralizadas desde el pasado 11 de marzo con las consecuencias que esto implicaría para la que ahora es la tercera economía mundial y, por ende, para la recuperación económica global. Se habla de un efecto de corto plazo, en tanto inicia la reconstrucción de la región afectada, pero por el momento el pánico esta ahí y buena parte de las grandes firmas exportadoras japonesas han cerrado sus plantas, y las firmas extranjeras repatrían a sus trabajadores.
Para México esta tragedia podría parecer distante, aunque no lo es del todo. Industrias clave para la economía mexicana como la automotriz y la de productos eléctrico-electrónicos están estrechamente ligadas a Japón, y podrían ser las vías de contagio. Mientras que buena parte de las firmas de ambos sectores han cerrado sus plantas en Japón, se podrían advertir problemas de desabasto de autopartes y chips, por mencionar sólo algunos casos.
La industria automotriz mexicana resentiría dicha situación de forma más clara, y es que la falta de autopartes podría frenar la producción de las plantas en México, mientras que una caída en los inventarios de vehículos podría poner en problemas sus ventas en tanto no habría más unidades que importar, al menos por ahora.
Sin embargo, la crisis –aunque se escuche crudo– también podría ser una oportunidad para México, sobre todo para la industria automotriz asentada aquí, que ante el cierre de plantas en Japón, bien podría aprovechar la coyuntura para captar producción, lo que derivaría en más empleos.
Por el momento, el panorama es incierto. Que las firmas japonesas retomen sus operaciones no sólo depende de ellas, sino de cómo se siga afrontando la alerta nuclear en el país en primer lugar, vital para que el suministro de energía eléctrica se reestablezca y con ello la producción. En este sentido, la tragedia en Japón podría tener alcances aún mayores a los de catástrofes naturales similares en el país, y volver a la normalidad podría tomar su tiempo, con sus debidas consecuencias económicas.
En esos mismos términos, este evento obligará a replantear la política nuclear a nivel global. Alemania ha dado el primer paso y ha decidido parar la operación de sus plantas nucleares. ¿Y México? Sin duda, la actividad nuclear en México no es boyante, sin embargo, un evento de este calibre obliga a repensar la política en la materia y, al mismo tiempo, a calibrar los mecanismos para prevenir algún tipo de contingencia.
El tiempo apremia, sobre todo si se tiene presente que los dictados de la naturaleza pueden ocurrir en cualquier instante.
Fuente: El Semanario

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