lunes, 14 de marzo de 2011

¿SE SOSTENDRÁ EL "CONSENSO DE WASHINGTON"?

La crisis enseñó que el libre flujo de capitales constituye una bomba de tiempo.
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
La reciente crisis que afectó a las economías del mundo ha puesto a debate mundial el futuro del llamado Consenso de Washington, que sostiene la importancia del mercado como la única y determinante fuerza de los procesos económicos, y no las acciones de los gobiernos.
Los países que más se han preocupado por la orientación de las fuerzas del mercado a la globalización, son los industrializados; porque China, Rusia, Brasil y algunos otros en desarrollo le han buscado sus ventajas, condenando el papel de Estados Unidos, causante primario de la crisis.
Como dijo Lula: “la responsabilidad de esta crisis apunta a gente de piel blanca con ojos azules”, refiriéndose al desastre mundial de 2008, causado por un inmenso mercado de capitales, en Estados Unidos, lleno de fraudes y totalmente fuera de control de las autoridades de ese país; de ahí que contagió, con sus virus, a un número importante de economías.
De manera que la crisis enseñó que el libre flujo de capitales, entre mercados financieros abiertos y sin regulaciones gubernamentales, constituye una bomba de tiempo que debe ser regulada y las economías más afectadas fueron las que inicialmente se beneficiaron con mayor entusiasmo de capitales sin control, como Islandia, Irlanda y los países de Europa Oriental.
De modo que existe ahí, una necesidad para la intervención gubernamental en el mercado.
Otra lección que dejó la crisis fue el reconocimiento de las ventajas de canalizar recursos para disponer de programas sociales y no descansar exclusivamente en políticas promotoras de eficiencia económica.
La crisis de 2008 subrayó la inestabilidad inherente de los sistemas capitalistas, que si bien son buenos para generar crecimiento y desarrollo, tienen el problema que pueden causar incertidumbre y riesgos de desempleo, suscitando la necesidad de crear mecanismos y programas de apoyo social.
De modo que existe ahí otra necesidad para la intervención gubernamental.
Una tercera lección que dejó la crisis fue la renovada tendencia a propiciar políticas industriales, mediante banca de desarrollo, con créditos subsidiados y programas de asistencia técnica. Tanto China como Brasil recurrieron al esquema de canalizar este tipo de créditos –inmediatamente– al inicio de la crisis, con el fin de estimular sus economías con productos innovadores, en los que la iniciativa privada no arriesgaba.
En las últimas tres décadas, los bancos de desarrollo que operan desde Washington, D.C. (Banco Mundial, Banco Interamericano y Banco del Caribe), han sostenido la tesis de que el desarrollo está más amenazado por la incompetencia o corrupción gubernamental que por las fallas del mercado. Y parecería ser, ahora que el capitalismo norteamericano se cayó de su pedestal, y que las tesis y prejuicios reganianos y thacherianos ya no son tan relevantes, todo parece indicar que puede volver a verse viable el recurso a bancos de desarrollo. El éxito reciente de China y Brasil constituyen importantes antecedentes.
Sin embargo, para el caso nuestro, se hace evidente la importancia de mejorar la calidad del componente humano en los diversos segmentos del sector público mexicano que deberán intervenir en estos procesos.
No se repite el pasado; pero el pasado enseña y México tiene tela de donde cortar.
*Presidente Nacional de El Colegio Nacional de Economistas

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